Luego de la caza, la leona lame las cicatrices del cachorro, incitando la recompensa de tal aturdida masacre. El revoltijo de fuego y hambre dentro de él no se apacigua tan rápido, y ella lo sabe.
Ellos son los que llamas Gilles de Rais, Thug Behram, Jack el destripador.
Nacen, crecen, se alimentan, aunque no de lo que vos te alimentás. Se alimentan del olor a miedo que emanás cuando estas a punto de cruzar.
Ellos se reproducen. Pero no mueren. Siempre vuelven.
Vuelven como vos, como tu padre, tu madre, solo que en versión más macabra. Vuelven como todos.
Apuesto a que si te pusieras a pensar, a analizar; en las películas de terror, cuando matan a la mujer indefensa y la sangre sale a chorros, no gritas por espanto. Hay algo dentro tuyo, muy dentro tuyo, como entrando por el largo y oscuro callejón, saltando tu reja oxidada y maltratada, queriendo realizar las cosas que siempre te dijeron que no estaban permitidas, así de profundo, te darás cuenta de que es un grito de horda satisfacción lujuriosa. Risa de placer y plegaria al agua roja brotando sin cesar. Si le dieras rienda suelta a tu impulso, tal vez hasta saltarías de la butaca y correrías a tocar la pantalla, imaginándote como se sentiría la sangre caliente entre tus dedos. Todos lo llevamos dentro. La necesidad de expresar a cuchilladas el arte. La necesidad de pintarlo todo de rojo. Todos llevamos un asesino dentro.
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