lunes, 19 de julio de 2010
Lo ve como un desgasto físico. No puede estirar los brazos para abrazarlo, ni aunque él llore y llore gritando su nombre en silencio. Claro que ella nunca lo besó. No le pagan para eso. Es algo tan común en este tiempo no mirar a la gente a la cara. Pero después de él viene otro, y otro. Todos son él, y él son todos. Promedio de 7 u 8 por día. Y como es que todos los que entran en su cuarto salen satisfechos y vuelven por más. Ese más que les falta, es lo que ella nunca les va a dar. Es por eso que terminan regresando como moscas a la luz de un faro. Si lo que los atrae los mata. Y eso que puede llegar a salvar vidas, más arriba que sus piernas y pechos, no tiene precio. Esa exhalación que sabe a humo y frutilla, producto de su labial y cigarros.
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