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IT WAS A LIE WHEN THEY SMILED

AND SAID,

“YOU WON’T FEEL A THING”.





In this moment we can't close the lids on burning eyes. Our memories blanket us with friends we know like fallout vapors. Steel corpses stretch out towards an ending sun, scorched and black. It reaches in and tears your flesh apart, as ice cold hands rip into your heart... That's if you've still got one that's left inside that cave you call a chest.

And after seeing what we saw, can we still reclaim our innocence?
And if the world needs something better, let's give them one more reason now!





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viernes, 23 de julio de 2010


Sentándose en la hamaca, no en esas de los parques, sino en las de hilos, las que se pondrían en el patio de una casa, escuchó como las articulaciones de sus extremidades inferiores retumbaban en su oído.
Carajo, ya estaba viejo. 
Levantó la cabeza hacia el lejano y cargado cielo, expectativo.                                                          
Era una de las tantas cosas que habían cambiado. Ya no tenía ese color boreal sobre el cual se divisaban las estrellas salpicando de brillos la noche.                                                                    
Era como si el cielo también acumulara los años, y en vez de tener arrugas, estaba gris, tapado por todos los edificios que se habían construido. Ya no llovía. Ya no era tan apasionado.                         
El hombre, con esfuerzo, se recostó sobre la tela arrugada de la hamaca y deslizando su peso hacia ambos lados, comenzó a hamacarse.                                                                                                         
Ahora el cielo se movía.                                                                                                                           
Dos cosas viejas moviéndose en sincronía.
Le miraría y le maldeciría por haber sido testigo de todas las atrocidades que había cometido. Y le maldeciría por no haberle dado amparo; mas ahora era espejo de sus acciones pasadas, y ya no quedaban miradas de odio para entregar.
Una sonrisa le curvó los labios al sentir ese golpe de aire cálido tan conocido y entrañable.
Le hacía acordar a ella.
Le hacía acordar a porqué ahora estaba hamacándose solo, llorando lo que el cielo no daba hace décadas.
Un espasmo de dicha recorrió su cuerpo cuando reconoció el olor acaramelado que siempre tenía en el pelo, largo y rojo como sus mejillas. Su cara ovalada y blanca se pinto en el viento, sonriendo. Como extrañaba esos labios rojos por naturaleza, esa mirada furtiva. 
Cerró los ojos y por inercia se tocó el dedo anular. 
Era de esperarse, él no se sentiría sorprendido al notar el faltante anillo en su dedo. 
La tristeza se apoderó del hombre, absorbiéndolo todo. 
Esa época en que las hojas caían y él no era más que cabello y libido. 
Esa época en que la conoció, derrumbando sus propias paredes. No había qué decir, las miradas brillantes y llenas de furor arrasaron con sus ojos, superándolos. 
En esa época, en que ella le habló de su embarazo y él se paralizó, revolviéndose el estomago, llenándose los ojos de lágrimas.
Había pasado tanto tiempo, y las cicatrices en la piel podrían probarlo, mientras que los años atestiguarían por él. Remordimientos, estúpidos remordimientos. 
Ella se marchó. Y él no la siguió.

Abrió los ojos. 
La hamaca había parado hace rato, y el viento era ahora una horda de dagas punzantes bailando sobre sus poros. ¿Cómo algo tan hermoso se torna tan abstractamente frío, sin vida? Horrorizado, dejo caer los brazos sobre su pecho, cerrando los parpados con vehemencia, tratando de que las sombras se alejaran. 
Esta vez no había a quien dejar. No había familia a la que destruir. No había amor al cual darle la espalda. El cuerpo dolorido lo trajo a la realidad. 
Su cabeza ardía y su garganta seca le pedía a gritos algo que no existe. Rompiendo con el habito de las pastillas, se aseguró de dejarse dormir por las dagas que ya no le lastimaban como antes, con los ojos abiertos de par en par en busca de algo en el vasto firmamento gris. 
Ahora le parecía que se podía hundir en las líneas uniformes de nubes a semi formar, ahogándose con el humo del cual fueron formadas, su garganta no lo resistiría. 
Dejó la cobardía de lado, y empezó a respirar a bocanadas, para llenar el vacío que sentía.
Sus cartas no tuvieron respuesta, y fueron devueltas años atrás.
No recordaba quien le había contado, como al pasar, que la ahora mujer, madre soltera, había tenido su vuelta a casa muy prematuramente. El nene, ahora hombre de familia, la habría velado hace años.
Las cosas que un hombre puede generar con simplemente mover los tobillos son más grandes que todas las gotas que el cielo pueda escupir.
Ahora la fuerza no estaba, la había dejado con aquella muchacha de pelo cobrizo y su panza, apenas relievada.
Todo se sumió en silencio.
La respiración, cada vez más lenta.
Otra vez el dibujo de su cara en lo gris. Otra vez esa sonrisa.
Pero había algo distinto esta vez.
Ella se había ido, y ahora, él la seguiría.


¢rr.

¢rr.
gettarround,