Fraccionando

Tenemos un apetito por la destrucción, mi alma y yo. Solemos soñar con gente que ya se ha ido, solemos idear planes que harían que se fueran de todos modos. Nos volvemos mañosas, nerviosas, nos inventamos tics.  Nos tocamos el pelo desenredando el nudo que no está, parpadeamos y cruzamos de vereda si te vemos venir.

Nos gusta la soledad, no conocemos otra cosa. Nos asusta también. Nos volvemos rivales y muchas veces me quiso abandonar. No entiende que sin ella no hay nada. Se cansa y vuelve. Después de tantas veces, la sigo recibiendo.

Yo sé que extraña. La sorprendí reiteradas veces colgando mis ojos en la nada, dejandome muda, frunciendome el seño. Descubrí que no habla, calla todo. Eso genera mi creciente TOC. Está, pero es como si no. Como si estuviera ausente. Hay una tormenta detrás de mis ojos y amenaza con ahogarla. 

Intenté acabar con el dolor de las dos. No es cobardía lo que me retuvo, sino ella. Ni siquiera en esto nos podemos poner de acuerdo. 

Tenemos un apetito por la autodestrucción, mi alma y yo. Deberíamos haber sido creadas por separado. Ella no debería necesitar un recipiente para existir. Yo no debería necesitar algo mas que los elementos básicos que me componen. No deberían ser necesarios los sentimientos que tan fuerte intentamos cortar. Es que estoy cansada. 

Ella está ida, desde hace tanto tiempo. Y yo estoy tan sola. 

Ese mar de dependencia que te arrastra al declive tan esperado y te sostiene. Y te sostiene. 

No puedo cargar más un alma que no quiere estar. 

Nadie tendría que sentir tal desmembramiento.

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